La presencia italiana en Venezuela remonta a tiempos muy lejanos: fue Cristóbal Colón , durante su tercer viaje, a descubrir el país.
Al florentino Américo Vespucio se debe, en cambio, el nombre de Venezuela, “Pequeña Venecia”: los palafitos de los indígenas, a lo largo de las costas de Maracaibo, hicieron recordar al grande navegador las viviendas sobre el agua de la ciudad italiana.
Las relaciones oficiales entre los dos países empezaron en el mes de marzo de 1856, con la apertura de un Consulado de Venezuela en la ciudad de Nápoles. En 1857 se instituyó la primera legación consular italiana en Venezuela, con sede en Maracaibo y, en 1859, una segunda sede fue inaugurada en La Guaira, con el fin de acoger en Venezuela a los emigrantes del Reino de las Dos Sicilias.
Con la constitución del Reino de Italia, en 1861, bajo el mando del rey Vittorio Emanuele II, se suscribió entre los dos países el Tratado de amistad, comercio y navegación.
Sin embargo, la presencia italiana en Venezuela asumió una verdadera consistencia sólo a partir de los primeros años del siglo XX, en particular después de la Segunda Guerra Mundial, gracias a las posibilidades ofrecidas por la llamada “renta petrolera”.
Hoy en día se encuentran en Venezuela aproximadamente 160.000 compatriotas, registrados en los dos Consulados italianos (Caracas y Maracaibo), la mayoría de los cuales posee doble nacionalidad; se estima, además, que existan más de un millón y medio de venezolanos con ascendencia italiana. Los flujos de inmigración más numerosos proceden del Centro y del Sur de Italia, de Regiones tales como Campania, Sicilia, Abruzzo y Puglia.
La Comunidad italiana se encuentra plenamente integrada en el contexto venezolano y, desde su comienzo, el proceso de arraigamiento y de incorporación a la sociedad ha sido favorablemente impulsado por las autoridades locales.